miércoles, 16 de febrero de 2011

Por el culo te la hinco

Son días de calma en el 221B de Baker Street. NandoNan viajó el lunes pasado a Rumanía, donde asistirá a la Feria del Libro de Valaquia, con instrucciones muy precisas por parte de la Agencia de contratar el manuscrito de Aurora Cedenilla titulado "Por el culo te la hinco", una obra cuasimaestra de la literatura administrativa que está dando  mucho que balar. Nosotros, en 0ºC, ni entramos ni salimos en polémicas que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de disensión política[1] (observa, atento aspirante a escritor, lo rematadamente dúctil, convenientemente ambigua que resulta la frase anterior, como de telediario o comunicado de la Dirección General de Política Tributaria. Así es como hay que escribir cuando no se quiere escribir. Así hay que decir las cosas cuando no se quiere decir nada).

Pero a lo que iba. En 0ºC Agencia Literaria es mucho lo que tenemos visto, mucha cuerda la que tenemos dada al reloj, para escandalizarnos a estas alturas por un texto como el de la señora Cedenilla, a la sazón Subdirectora General de Seguridad Vial. La dama, en cumplimiento de la las leyes de Igualdad, Paridad y Mucosidad, remitió las navidades pasadas semejante felicitación a todos los directores provinciales de la DGT (la DGT de España, se entiende; en Rumanía, me parece, no hay DGT ni cosa que se le parezca):





Hola a tod@s. Como habréis comprobado, no me gusta felicitar la navidad, pero sí lo hago al final de cada año.

Como también habréis comprobado (los que lo recordéis), me gusta que la felicitación sea en verso (por eso de elevar la calidad epistolar -¡ejem!); en 2010 la rima era fácil:

 (¡FELIZ 2010…, POR EL CULO TE LA HINCO OTRA VEZ!!!

Copiando la de:

¡2005…, POR EL CULO TE LA HINCO!).

Pero, para mi consternación, no daba con una adecuada para 2011……

¿ O SÍ?....:

A todos vosotros, con mi cariño, os deseo:

¡¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO ¡!!!…(y…..CHÚPAME UN HUEVO!!)

Besos, no os lo tomeis a mal.

Aurora Cedenilla Diaz ( aún, aunque no sé, no sé…)



Fin de la cita

Total, que la felicitación y las reacciones a la felicitación le han costado el puesto, de momento, al director provincial de la DGT de Palencia, por protestar; cosa que, como os decía, nos importa un pito. Lo interesante del caso son las posibilidades literarias de Cedenilla, su ingenio para la prosa satírica y su agudo e hiperbólico sentido de lo sicalíptico.

NandoNan tiene muy clara su misión en Valaquia: convencer a Cedenilla para que compendie en un libro todos y cada uno de los mails que ha enviado durante los últimos años a sus subordinados. Seguro que la temperatura basal de los mensajes desborda cualquier transgresión imaginable, el vaho genital asciende a lo sublime, remontando grácilmente del ensartado culo a los voraces y tibios paraísos vulvianos, y, en fin... No sigo que uno no está ya en edad de sufrir alteraciones anatómicas sin objeto (a veces, ni tan siquiera con objeto).

Problema: ¿Y si Cedenilla no se encuentra en Valaquia, cosa muy probable puesto que no ha anunciado su propósito de viajar a la Transilvania Citerior, ni para hincar, ni para chupar, ni para nada? Pues muy fácil, simples, que sois unos simples: si la Cedenilla no está en Valaquia, en otra parte se hallará. Y sea donde sea, Nandonan ha de encontrarla, abordarla, allanarle cualquier resistencia y conseguir que firme el anhelado contrato. Lo haremos. Si conseguimos que Felipe Aroza renunciase a su proyecto de escribir Historia de tres ciudades y se dedicara a la redacción de un libro con consejos prácticos para cornudos, lo de Cedenilla se nos presenta como lo que es: pan comido.

Dicho queda lo anterior. Y una promesa. Hablando de culos, huevos y chupadas, en el próximo post os cuento cómo gané mi segundo premio literario, una historia aún más apasionante que la de mi primer galardón novelístico.

Besos a tod@s, ahora que no está NandoNan (muy celosa cuando le obra la personalidad chique).


[1]
Polémicas que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de disensión política

Disensiones que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de  polémica

Ámbitos que suelen estar enmarcados en una general disensión política

Políticas que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de disensión y polémica

Etc, etc...


lunes, 14 de febrero de 2011

La verdad sobre el caso Mendoza

Estragado de vísceras anda mi buen NandoNan desde que el pasado 2 de febrero leyese en ADN unas declaraciones del potente humorista Eduardo Mendoza, ganador del último premio Planeta de novela (con perdón por el oxímoron), con su pintoresca "Riña de gatos";  según dichas cuales referidas declaraciones: "siempre he vivido convencido, como el resto de los escritores, de que algún día, alguien va a descubrir la impostura y se dará cuenta de que soy muy malo".



Tanto NandoNan como yo suponemos que cuando dice "soy muy malo", el barcelonés se refiere a que es muy mal escritor, no mala persona. Esto último, en España, es imposible. En España, para ser novelista, es condición necesaria e ineludible ser buena persona, biempensante, solidario, progresista, feminista y de una tolerancia rayana en la santidad; o por lo menos estar a favor de la política antiterrorista del gobierno y escribir novelas en idiomas vernáculos con muchas kas de kilo; las kas de kilo kasi garantizan un premio nacional de literatura, como el de Kirmen (ojo con las metátesis) Uribe, otorgado por un jurado que no sabía euskera pero sí entendió perfectamente las instrucciones "de arriba". Total, para regalarle el premio a la cuñada del presentador del telediario, mejor a un poeta amigo de Patxi López. Llegar y triunfar, sí señor: con su primera novela, Bilbao-New York, santo besado. Si llega a titularla Santurce-Castro Urdiales, le cae el Nobel. Como poco. La milenaria y jugosísima tradición literaria en vascuence cuenta con un galardón más y con dos peldaños de decencia menos. Pimpolluda y solemne me ha salido esta última frase, como de artículo de La Razón firmado por José María Carrascal...

¡Ehhhhh! Se va usted por las ramas, don 0ºC, ¿Se ciñe o no se ciñe al tema?

Vale, que ya voy, qué cojones, que ni un excurso metaloquesea puede permitirse uno. Voy.

NandoNan, desde su más tierna adolescencia, adoraba la prosa ingeniosa y caudalosa de Mendoza. Disfrutó hasta el orgasmo platónico con La verdad sobre el caso Savolta y rió como un niño al que hacen cosquillas en la barriguita con los laberintos, las criptas y las aceitunas mendozianas. Imaginen sus señorías cómo le ha sentado la confesión del autor. "Soy muy malo", dice el impío. No malo a secas, vagamente malo o aproximadamente malo. Muy malo. Eso dice.

-No te sulfures, NandoNan de mis calostros, que esto va a ser una boutade -intento consolarle.

-¿Y eso qué es lo que es?

-Una salida de tono ingeniosa, ignaro NandoNan. Lo que quiere decir tu autor capital no es que se considere muy malo, sino que ha tenido que escribir novelas muy malas para conseguir algunas ventajillas en el oficio, como mantenerse en lo alto de la lista de más vendidos o, sin ir más lejos, que le endosen el Planeta.

-Entonces, ¿Riña de gatos es una mala novela? -pregunta NandoNan, haciendo pucheros.

-Una novela muy mala y una mala novela. Una versión pulida, al estilo Mendoza (que escribe mejor, desde luego), del folletín ese de la Dueñas, El tiempo entre costuras. Su mijita de guerra civil, su mijita de fascistas protervos, su mijita de republicanos angelicales y, claro: su mijita de ...

-Pues lo estás arreglando.

Se nos va la mañana, se ahonda el abismo de nuestra incertidumbres y no digamos el de las espantosas certidumbres.

-¿Y no tienes nada mejor que hacer que estar ahí, lloriqueando, por causa de la maldad de Mendoza?

-Hay un par de manuscritos. -reconoce Nandonan -. El negocio va marchando, aunque sólo a medias.

-Pues ponte como si fuese a enteras. Acusa recibo de Murallas bajo la nieve, de Güilma, y lee el primer capítulo. Con su resultado se proveerá.

-¿Y qué hago con Riña de gatos?

-Pero vamos a ver, paráclito de moi: ¿acaso te han regalado esa novela las navidades pasadas y, haciendo de tripas corazón, piensas leerla?

-No.

-¿Nadie te la ha regalado?

-No.

-¿No la habrás comprado?

-Que no... Qué pesado.

-Pues entonces, al respecto, sigue haciendo lo que estabas haciendo: nada.

-Pero, ¿puedo gemir de disgusto?

-Y llorar a cántaras, Nadonan. Pero deja de darme el coñazo. Y lee, joder. Lee un poco. A lo mejor das con algún autor que ni siquiera es buena persona.

Fin de la tragedia, de momento.



Juan Marsé

Público.es 14/02/2011

La publicación de cada novela de Juan Marsé convierte la ficción en un acontecimiento real para todos sus lectores. Caligrafía de los sueños (Lumen) es un acontecimiento de primera magnitud por su calidad literaria y por la complicidad que el escritor muestra consigo mismo y con su mundo. Una vez más, nos abre las puertas de una geografía llamada Marsé para recordarnos que forma parte imprescindible de la memoria de nuestra mirada. Un lector es alguien que lleva la memoria en sus ojos.

Ahí está la Barcelona de posguerra con paredes leprosas y barrios llenos de rincones para sobrevivir y de bares para cultivar la decepción. Ahí están el perdedor y el victorioso, el anarquista que mezcla la militancia con el contrabando, y el fascista que apenas oculta con su insolencia la debilidad que humilla su condición humana. El azul es el color del cielo limpio, los sueños, las camisas de los falangistas y el pelaje de algunas ratas vislumbradas en las alcantarillas de la noche. Ahí está el corro de niños y adolescentes que procuran huir de la miseria. Cuentan historias porque saben que la vida sucede siempre en otra parte. Ahí están las chicas que bajan por la calle para demostrar que la belleza se encarna a veces en un rostro, pero que el deseo está dispuesto a pactar con la realidad en cualquier lugar oscuro y debajo de cualquier falda. Y ahí están el cine y las novelas para juntarlo todo, la verdad y la mentira, la crueldad y la piedad, en ese relato único que escriben a la vez la experiencia y la imaginación. Aprendemos a bailar con la vida, nos apretamos a sus muslos, no es posible evitar algún pisotón. Somos seres necesarios, porque somos seres necesitados. Eso es lo que sabe la literatura. De eso vive.

Juan Marsé definió su personalidad en la memorable dedicatoria de Un día volveré: “A Pep Marsé, mi padre, que me enseñó a combinar la concienciación con la escalivada”. Cada vida es un relato, no porque responda a designios altos y perfectos, sino porque las imaginaciones se van tejiendo en las manos de una experiencia cotidiana que nos enseña a mirar o a cerrar los ojos. El epílogo de Caligrafía de los sueños lleva una cita de Joseph Roth: “Todo lo que crecía requería mucho tiempo para crecer. Y todo lo que desaparecía necesitaba mucho tiempo para ser olvidado”. Aunque las cosas ocurran de forma vertiginosa, siempre somos una negociación con la lentitud. Si los sueños olvidan esa experiencia lenta, si no nacen de ella, se convierten en la locura de un hidalgo que quiere vivir en el siglo XVII con la moral de las novelas de caballería o en el amor obsesivo de una mujer abandonada que pierde la cabeza por una carta que nunca llega. Cervantes inventó la ficción moderna para no cometer los mismos errores que su personaje.

La experiencia personal e histórica admite pocos dogmas, se parece mucho más a una ficción tramada por el azar que a la madeja de una esencia. El nombre, la identidad y el paisaje de un niño pueden depender de un hecho casual, alguien levanta la mano y detiene un taxi que acierta a pasar por allí. También los cálculos sobre el futuro están sometidos a las peripecias de un mensajero en una mala noche y a los secretos de cada esperanza. La vida se teje como una ficción, y de ahí el poder de la escritura, que sabe cortar en una historia cerrada los hilos sueltos de la existencia. Comprender que todos somos el resultado de un malentendido otorga a Marsé una conciencia clara de la impostura y un emocionante dominio del humor y del amor para tratar a sus personajes. Cuando la ficción modela la realidad, cualquier dato biográfico pierde su carácter anecdótico para crear un sentido. Las novelas de Marsé nos dicen que la vida no es más que un enredo humilde y mortal, pero que los seres humanos merecen respeto precisamente por su fragilidad. Juan Marsé recurre también a una famosa metáfora de Walter Benjamín: “Así es como imaginamos al ángel de la historia. Vuelto hacia el pasado. Donde vemos una cadena de acontecimientos, él ve una única catástrofe que no hace más que amontonar escombros a sus pies. El ángel desearía quedarse, despertar a los muertos y recomponer lo que se ha venido abajo”. Narra las impurezas de la realidad para legitimar los sueños y despreciar los dogmas. Nos invita al sentido y a la desconfianza. Son las paradojas de un escéptico enamorado de la vida.

viernes, 11 de febrero de 2011

Todo lo que uno hace en la vida...

Desde Rosario (Argentina 2 - Portugal 1), Udi 414 nos envía este relato que, seguro, será o no será del agrado de nuestros lectores. Una cuestión de gustos, dirán los necios. Con ellos coincidomos. Los gustos son como los culos: cada cual tiene el suyo; ahora, vete a mirar culos, a ver si todos valen lo mismo. "Todo lo que uno hace en la vida", desde nuestro inmodesto parecer, juega boley playa femenino (Brasil 3- Argentina 0).

Envío que mucho agradecemos en 0ºC. NandoNan está encantado. La señora Hudson no tanto porque opina que se empieza invitando a autores de Rosario a tomar el té y se acaba poniendo en duda la infalibilidad del Monarca Cabeza de la Iglesia Anglicana.

Ya veremos. 







©Udi, rosario, jun-2001, jun-2002

A fines de los sesentas en el mundo pasaban muchas cosas que en aquel momento parecían importantes: Mayo francés, Invasión a Checoeslovaquia, Cordobazo, el hombre en la Luna.

Era la época en que los padres comenzaban a dialogar con sus hijos, por lo general para decirles que existían circunstancias en la vida de los adultos que los chicos no estábamos en condiciones de comprender, y que ya nos llegaría el momento, y que ojalá que para nosotros fuera más fácil que lo que fue para ellos. Esa fórmula gozaba de la incomparable ventaja de poder ser aplicada a cualquier cuestión, además de enviar el asunto hacia esa nebulosa zona del más allá temporal llamada “adultez”; qué - sospechábamos - acabaría por adulterar en nosotros todo resto de autenticidad, si bien los chicos también pueden ser flor de hipócritas.
Durante un tiempo recelamos de la buena voluntad de nuestros padres a decirnos alguna terrible verdad, hasta quizá barruntamos que ellos no tenían la respuesta, pero esta preocupación duró poco; enseguida nos dominó el terror - que aún subsiste - de no poder averiguar por nuestros propios medios las soluciones.

Lamentablemente, para cuando comenzamos a comprender que la reticencia paterna era una mezcla de mala voluntad, ignorancia, desidia y miedo, ya era demasiado tarde como para que nos importe. Muy posiblemente, de importarnos veríamos ampliamente crecidos los índices de parricidio, tal vez en proporciones semejantes a los del filicidio. Es que resulta muy difícil condenar a alguien por un delito que uno mismo está cometiendo todos los días.
Eran aquellos los días “...felices e indocumentados”. La indocumentación - sugiero - debe ser el estado ideal del individuo, cuando la vida aún no nos ha marcado, ni hemos dejado huella de nuestro paso por ella.

Añoro hermosas carencias: licencia de conductor, por ejemplo, no poseerlo me ahorraba ir cada tanto a renovarlo, y demostrarle a algún aburrido burócrata que uno es lo suficientemente estúpido como para desear meterse entre millares de idiotas que lo único que desean es llegar antes a alguna parte, para lo que compran automóviles cada vez más equipados y confortables, que les provocan el anhelo de volver a conducirlos, para ir a otra parte, que...Bueno, tampoco tenía un certificado analítico de estudios en regla, ni libreta universitaria, ni sanitaria, ni cuenta corriente con autorización de giro en descubierto. Para concluir: no tenía, en aquellos tiempos felices, que pasar por el bochorno de haber olvidado el documento de identidad en alguna dependencia oficial, simplemente carecíamos de él.

En esos años los ritmos eran distintos, una persona podía creer en algo y ser simultáneamente inteligente, categorías hoy en día incompatibles, si las hay.

En ciertos ámbitos, incluso, era muy mal visto no ejercer un desprecio militante hacia quién inocentemente supusiera que que el compromiso con la fé, con cualquier fé, podía postergarse en aras de alguna vocacional independencia de criterio. eran los tiempos de “arremangarse”. Como es de suponer tales métodos entrañaban ciertos riesgos, pero nadie podía impunemente renunciar a ellos, el grado de compromiso era el parámetro universal de evaluación: intelectual, moral, y también afectivo-sexual.
En aquellos años, en fin, la libertad era el bien supremo, pero su ejercicio debía ser acotado por la responsabilidad y la solidaridad, que otros se encargarían ya de señalarnos, de manera que pudiésemos ser responsables, solidarios, y libres...Nadie veía contradicción en esto.


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Montse de Paz

La Rioja.com

La escritora catalana Montse de Paz es la ganadora del premio Minotauro de ciencia ficción y literatura fantástica, dotado con 10.000 euros y que falló ayer su octava edición. Se lo adjudicó por unanimidad gracias a su novela 'Ciudad sin estrellas', un relato sobre la pérdida de la inocencia y la búsqueda de la libertad que, según el jurado que la premió, «conecta con la mejor tradición de la novela clásica de ciencia ficción». «Los sueños se hacen realidad, a pesar de que la vida es un trabajo duro cada día», dijo una risueña ganadora tras conocer el fallo.
Perseo Stone es el protagonista de la novela, que se ambienta en Ziénaga, un paraíso de cemento y neón, bajo un cielo invariablemente gris durante el día y anaranjado por la noche. En los foros de los cazadores de antigüedades se fantasea con otro mundo fuera de los muros de la ciudad. Un mundo muy diferente al de las versiones oficiales, según las cuales un desierto inhóspito rodea las escasas zonas habitables del planeta. Las autoridades estatales se apresuran a sofocar estos rumores y los llamados «misticoides» son considerados rebeldes y castigados por el sistema. Un atardecer, a la hora entreluz, mientras se dirige con sus amigos al burdel de lujo más afamado de la metrópoli, Perseo Stone tomará una decisión. Y les confesará un plan insólito que hará tambalear su mundo.
Montse de Paz Toldrá (Lérida, 1970) es licenciada en Filología Inglesa y trabaja y colabora con organizaciones humanitarias desde hace más de veinte años. Su temprana vocación literaria se ha nutrido con las experiencias adquiridas en su labor social y profesional. Redactora y directora de varias revistas, ha elaborado guiones para programas de radio sobre valores humanos, e imparte charlas sobre solidaridad y voluntariado. También es autora de artículos de opinión y forma parte de la redacción de la revista literaria virtual 'Prosofagia'.

jueves, 10 de febrero de 2011

Fisiognómica



Anoche, los espectros amables del imperio Baker anduvieron revueltos. Oí a NandoNan conversando con ellos, en la habitación contigua, a horas de entrevero entre la realidad y lo onírico. Esta mañana, mi amigo y compañero de estudios aleutianos (incluida la literatura en lengua chukchi), estaba como ojeroso, estragado por una resaca implacable tras haberse embriagado con la caudalosa oratoria de Holmes, quien se entusiasma hasta la arenga cuando habla de su tema favorito: la fisiognómica.

-No sabía que los hubiese de tantos pelajes -me ha confesado mientras la señora Hudson le servía una taza de té aromatizado con sándalo de Anatolia, el brebaje que más estima.

-¿Cómo que "tantos pelajes"? ¿De cuantos pelajes hablamos?

-Dice Holmes, tan seguro de sí como siempre, que hay al menos treinta clases de ávidos y, por lo menos, cinco categorías de siniestros.

Él


Después se ha explayado en la explicación:

-Los ávidos son aquellos que no saben hacer la O con un canuto, pero arremeten y meten codo hasta que alguien, cansado de su insistencia, les da la O y el canuto. Les gusta viajar a Cuba, en plan turismo cultural, que es como el turismo sexual pero sin distracciones ni bobadas, ni playa ni mojitos: sólo rezar y rezar hasta meter. Más luego suelen aparecer en la prensa oficial del régimen, mostrando su apoyo al sanguinario que proceda.

-No me cabe en la cabeza que aún haya gente así, capaz de justificar la mugre estalinista -lamento, todo colmadito de inocencia.

NandoNan me recrimina lo que para él, más que inocencia, es ignorancia culpable:

-¿Qué apoyo ni qué lata de pimientos? ¿No te he dicho que sólo van a meter?

-Ah, bueno. ¿Y meten?

-Los que todavía pueden. Otros se conforman con la viceversa, no sé si me entiendes.

-A la primera.

-Pues a Watson le costó media hora captar la perífrasis.

-Es que Watson siempre ha sido un hombre muy conservador. Hay algunas cosas que no le entran ni a la primera ni a la segunda.

-No sigas, pendejo -me advierte Nandonan -, que no está la mañana para chistes malos.

Continúa con su disertación:

-También los hay adscritos a la categoría de siniestros. Son menos pero más peligrosos. Esos sí saben hacer algo: contorsionarse, intrigar, retorcer y emporcar todo lo que tocan. Con perdón por lo grosero de la frase, son alquimistas en busca de la mierda filosofal. Todo lo que queda bajo su aliento, se convierte en detritos.

-No me digas.

-Pues no te digo.

Otro él


-¿Y para eso estuvisteis de cháchara hasta la madrugada?

-La verdad... Te digo la verdad porque a ti no puedo engañarte, pendejo. La verdad es que Holmes se había puesto bien puesto, con una de sus dosis al 5%, ya sabes, para combatir la melancolía. Después del tractatus fisiognómico nos estuvo contando sus amoríos con aquella bailarina afgana... Seguro que la recuerdas, la hija del sátrapa de Kushân.

-Uff, otra vez esa historia.

-Dejémoslo. Si vas a ponerle pegas a todo, es mejor que lo dejemos.

-Acaba el té, anda, que se enfría.

-Fríos se me quedaron los pies, anoche, cuando Watson preparaba la segunda dosis para nuestro amigo espectro amable.

Nunca coincidimos. NandoNan es un juerguista irredento (domiciliario, cierto, pero juerguista). Yo, por el contrario, a las diez, puntual como la marina austriaca, estoy en la cama. Otra cosa es que duerma. Anoche, sin ir más lejos, no pegué ojo. Me dan miedo las historias de monstruos y el susurro de los espectros cuando relatan la maldad de los monstruos.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Acusamos recibo



La señora Hudson acaba de subir a nuestras habitaciones el correo del día, con dos entregas para 0ºC. NandoNan se ha puesto hasta nervioso, imaginadlo... NandoNan, que hizo la mili en los Regulares de Melilla y que se ha divorciado dos veces, atacado por un envío postal.

-Es que las primeras veces tienen un no sé qué de misterioso e inefable. El no sé qué de...

-¿De las primeras veces? -completo la frase.

-Eso mismo.

Pues siempre hay una primera, una segunda e incluso una tercera vez para todo en la vida. Hay gente que no cae en la evidencia de que su equipo de fútbol es un petardo hasta que lo ven descendido a primera regional, tras el vigésimo quinto batacazo de la asociación deportiva que tantas tardes de bilis le obsequió. Pero al final se enteran. Tarde, pero se enteran.

Manuel G. no se ha enterado de que en 0ºC Agencia Literaria, los poetas son tan bienvenidos como una inspección de la otra Agencia, la Tributaria. Léete el encabezamiento del blog, amigo nuestro. Por cierto (y el consejo es una excepción que no rompe la regla), el verbo estar no se lleva bien con el concepto soledad, aunque opere en el poema como complemento circunstancial de modo. Lo de "estuve solo... etc", de verdad, queda horrendo. Aplícate. O mejor aún: abandona la poesía e intenta escribir Guerra y Paz. En ocasiones, muchas letras son mejor que ni una puñetera letra puesta donde debería estar (¿sola?).

Xicon. Tu seudónimo suena como a Bob Esponja, pero el libro de relatos que nos envías tiene buena pinta. He echado los dos ojos a Las campanas y, te anticipo, he decidido leer la colección completa, los dieciséis micros que acompañan al primer tañido.

Otra cosa es que seas consciente, más o menos, de cómo funciona el mercadillo del relato, los micros, la ficción súbita y los hiperbreves en España y sus colonias transatlánticas. El gremio se apiña en formaciones blindadas, se repliegan, se enfrascan en espesísimas teorizaciones sobre sí mismos (lo redondo que tienen el ombligo, lo gorda que está su novia, la levedad de lo real innombrado); se publican unos a otros, se reparten los cuatro premios y los cuatro duros que hay en el arcón, se hacen entrevistas unos a otros en sus páginas de Internet, al puro estilo 69... sí, hijo: ese 69 en el que estás pensando. Y para de contar. Los incondicionales del relato, en especial del relato breve, han mimetizado con mucha diligencia y muy poco sentido común lo peor de la fauna poética y lo mejor de las tiendas de los chinos: mucha mercancía y todo barato.

Lo que me recuerda una anécdota relativa al comerciante cantonés afincado en la esquina de la calle donde habitamos NandoNan, un servidor, la señora Hudson y los espectros sin malicia del Imperio Baker. Hace semanas entré en el establecimiento y pregunté si tenían bombillas buenas y baratas. Respuesta:

-No. Buena y barata, no. Buena y cara. Barata y mala.

¿Lo captas, apreciado Xicon? (No recuerdo si ya te he dicho que tu seudónimo es como de discípulo de Arquímedes). Pues eso: espero ilusionado que tus relatos sean dignos de la mejor tienda cantonesa de la ciudad: buenos y caros.

Ya te escribo un mail y te cuento.

Saludos.

Primera vez en la vida que escaneo una bolsa de plástico. La tienda del chino lo merece, sin embargo.