miércoles, 16 de febrero de 2011

Por el culo te la hinco

Son días de calma en el 221B de Baker Street. NandoNan viajó el lunes pasado a Rumanía, donde asistirá a la Feria del Libro de Valaquia, con instrucciones muy precisas por parte de la Agencia de contratar el manuscrito de Aurora Cedenilla titulado "Por el culo te la hinco", una obra cuasimaestra de la literatura administrativa que está dando  mucho que balar. Nosotros, en 0ºC, ni entramos ni salimos en polémicas que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de disensión política[1] (observa, atento aspirante a escritor, lo rematadamente dúctil, convenientemente ambigua que resulta la frase anterior, como de telediario o comunicado de la Dirección General de Política Tributaria. Así es como hay que escribir cuando no se quiere escribir. Así hay que decir las cosas cuando no se quiere decir nada).

Pero a lo que iba. En 0ºC Agencia Literaria es mucho lo que tenemos visto, mucha cuerda la que tenemos dada al reloj, para escandalizarnos a estas alturas por un texto como el de la señora Cedenilla, a la sazón Subdirectora General de Seguridad Vial. La dama, en cumplimiento de la las leyes de Igualdad, Paridad y Mucosidad, remitió las navidades pasadas semejante felicitación a todos los directores provinciales de la DGT (la DGT de España, se entiende; en Rumanía, me parece, no hay DGT ni cosa que se le parezca):





Hola a tod@s. Como habréis comprobado, no me gusta felicitar la navidad, pero sí lo hago al final de cada año.

Como también habréis comprobado (los que lo recordéis), me gusta que la felicitación sea en verso (por eso de elevar la calidad epistolar -¡ejem!); en 2010 la rima era fácil:

 (¡FELIZ 2010…, POR EL CULO TE LA HINCO OTRA VEZ!!!

Copiando la de:

¡2005…, POR EL CULO TE LA HINCO!).

Pero, para mi consternación, no daba con una adecuada para 2011……

¿ O SÍ?....:

A todos vosotros, con mi cariño, os deseo:

¡¡¡¡FELIZ AÑO NUEVO ¡!!!…(y…..CHÚPAME UN HUEVO!!)

Besos, no os lo tomeis a mal.

Aurora Cedenilla Diaz ( aún, aunque no sé, no sé…)



Fin de la cita

Total, que la felicitación y las reacciones a la felicitación le han costado el puesto, de momento, al director provincial de la DGT de Palencia, por protestar; cosa que, como os decía, nos importa un pito. Lo interesante del caso son las posibilidades literarias de Cedenilla, su ingenio para la prosa satírica y su agudo e hiperbólico sentido de lo sicalíptico.

NandoNan tiene muy clara su misión en Valaquia: convencer a Cedenilla para que compendie en un libro todos y cada uno de los mails que ha enviado durante los últimos años a sus subordinados. Seguro que la temperatura basal de los mensajes desborda cualquier transgresión imaginable, el vaho genital asciende a lo sublime, remontando grácilmente del ensartado culo a los voraces y tibios paraísos vulvianos, y, en fin... No sigo que uno no está ya en edad de sufrir alteraciones anatómicas sin objeto (a veces, ni tan siquiera con objeto).

Problema: ¿Y si Cedenilla no se encuentra en Valaquia, cosa muy probable puesto que no ha anunciado su propósito de viajar a la Transilvania Citerior, ni para hincar, ni para chupar, ni para nada? Pues muy fácil, simples, que sois unos simples: si la Cedenilla no está en Valaquia, en otra parte se hallará. Y sea donde sea, Nandonan ha de encontrarla, abordarla, allanarle cualquier resistencia y conseguir que firme el anhelado contrato. Lo haremos. Si conseguimos que Felipe Aroza renunciase a su proyecto de escribir Historia de tres ciudades y se dedicara a la redacción de un libro con consejos prácticos para cornudos, lo de Cedenilla se nos presenta como lo que es: pan comido.

Dicho queda lo anterior. Y una promesa. Hablando de culos, huevos y chupadas, en el próximo post os cuento cómo gané mi segundo premio literario, una historia aún más apasionante que la de mi primer galardón novelístico.

Besos a tod@s, ahora que no está NandoNan (muy celosa cuando le obra la personalidad chique).


[1]
Polémicas que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de disensión política

Disensiones que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de  polémica

Ámbitos que suelen estar enmarcados en una general disensión política

Políticas que suelen estar enmarcadas en un ámbito general de disensión y polémica

Etc, etc...


lunes, 14 de febrero de 2011

La verdad sobre el caso Mendoza

Estragado de vísceras anda mi buen NandoNan desde que el pasado 2 de febrero leyese en ADN unas declaraciones del potente humorista Eduardo Mendoza, ganador del último premio Planeta de novela (con perdón por el oxímoron), con su pintoresca "Riña de gatos";  según dichas cuales referidas declaraciones: "siempre he vivido convencido, como el resto de los escritores, de que algún día, alguien va a descubrir la impostura y se dará cuenta de que soy muy malo".



Tanto NandoNan como yo suponemos que cuando dice "soy muy malo", el barcelonés se refiere a que es muy mal escritor, no mala persona. Esto último, en España, es imposible. En España, para ser novelista, es condición necesaria e ineludible ser buena persona, biempensante, solidario, progresista, feminista y de una tolerancia rayana en la santidad; o por lo menos estar a favor de la política antiterrorista del gobierno y escribir novelas en idiomas vernáculos con muchas kas de kilo; las kas de kilo kasi garantizan un premio nacional de literatura, como el de Kirmen (ojo con las metátesis) Uribe, otorgado por un jurado que no sabía euskera pero sí entendió perfectamente las instrucciones "de arriba". Total, para regalarle el premio a la cuñada del presentador del telediario, mejor a un poeta amigo de Patxi López. Llegar y triunfar, sí señor: con su primera novela, Bilbao-New York, santo besado. Si llega a titularla Santurce-Castro Urdiales, le cae el Nobel. Como poco. La milenaria y jugosísima tradición literaria en vascuence cuenta con un galardón más y con dos peldaños de decencia menos. Pimpolluda y solemne me ha salido esta última frase, como de artículo de La Razón firmado por José María Carrascal...

¡Ehhhhh! Se va usted por las ramas, don 0ºC, ¿Se ciñe o no se ciñe al tema?

Vale, que ya voy, qué cojones, que ni un excurso metaloquesea puede permitirse uno. Voy.

NandoNan, desde su más tierna adolescencia, adoraba la prosa ingeniosa y caudalosa de Mendoza. Disfrutó hasta el orgasmo platónico con La verdad sobre el caso Savolta y rió como un niño al que hacen cosquillas en la barriguita con los laberintos, las criptas y las aceitunas mendozianas. Imaginen sus señorías cómo le ha sentado la confesión del autor. "Soy muy malo", dice el impío. No malo a secas, vagamente malo o aproximadamente malo. Muy malo. Eso dice.

-No te sulfures, NandoNan de mis calostros, que esto va a ser una boutade -intento consolarle.

-¿Y eso qué es lo que es?

-Una salida de tono ingeniosa, ignaro NandoNan. Lo que quiere decir tu autor capital no es que se considere muy malo, sino que ha tenido que escribir novelas muy malas para conseguir algunas ventajillas en el oficio, como mantenerse en lo alto de la lista de más vendidos o, sin ir más lejos, que le endosen el Planeta.

-Entonces, ¿Riña de gatos es una mala novela? -pregunta NandoNan, haciendo pucheros.

-Una novela muy mala y una mala novela. Una versión pulida, al estilo Mendoza (que escribe mejor, desde luego), del folletín ese de la Dueñas, El tiempo entre costuras. Su mijita de guerra civil, su mijita de fascistas protervos, su mijita de republicanos angelicales y, claro: su mijita de ...

-Pues lo estás arreglando.

Se nos va la mañana, se ahonda el abismo de nuestra incertidumbres y no digamos el de las espantosas certidumbres.

-¿Y no tienes nada mejor que hacer que estar ahí, lloriqueando, por causa de la maldad de Mendoza?

-Hay un par de manuscritos. -reconoce Nandonan -. El negocio va marchando, aunque sólo a medias.

-Pues ponte como si fuese a enteras. Acusa recibo de Murallas bajo la nieve, de Güilma, y lee el primer capítulo. Con su resultado se proveerá.

-¿Y qué hago con Riña de gatos?

-Pero vamos a ver, paráclito de moi: ¿acaso te han regalado esa novela las navidades pasadas y, haciendo de tripas corazón, piensas leerla?

-No.

-¿Nadie te la ha regalado?

-No.

-¿No la habrás comprado?

-Que no... Qué pesado.

-Pues entonces, al respecto, sigue haciendo lo que estabas haciendo: nada.

-Pero, ¿puedo gemir de disgusto?

-Y llorar a cántaras, Nadonan. Pero deja de darme el coñazo. Y lee, joder. Lee un poco. A lo mejor das con algún autor que ni siquiera es buena persona.

Fin de la tragedia, de momento.



Juan Marsé

Público.es 14/02/2011

La publicación de cada novela de Juan Marsé convierte la ficción en un acontecimiento real para todos sus lectores. Caligrafía de los sueños (Lumen) es un acontecimiento de primera magnitud por su calidad literaria y por la complicidad que el escritor muestra consigo mismo y con su mundo. Una vez más, nos abre las puertas de una geografía llamada Marsé para recordarnos que forma parte imprescindible de la memoria de nuestra mirada. Un lector es alguien que lleva la memoria en sus ojos.

Ahí está la Barcelona de posguerra con paredes leprosas y barrios llenos de rincones para sobrevivir y de bares para cultivar la decepción. Ahí están el perdedor y el victorioso, el anarquista que mezcla la militancia con el contrabando, y el fascista que apenas oculta con su insolencia la debilidad que humilla su condición humana. El azul es el color del cielo limpio, los sueños, las camisas de los falangistas y el pelaje de algunas ratas vislumbradas en las alcantarillas de la noche. Ahí está el corro de niños y adolescentes que procuran huir de la miseria. Cuentan historias porque saben que la vida sucede siempre en otra parte. Ahí están las chicas que bajan por la calle para demostrar que la belleza se encarna a veces en un rostro, pero que el deseo está dispuesto a pactar con la realidad en cualquier lugar oscuro y debajo de cualquier falda. Y ahí están el cine y las novelas para juntarlo todo, la verdad y la mentira, la crueldad y la piedad, en ese relato único que escriben a la vez la experiencia y la imaginación. Aprendemos a bailar con la vida, nos apretamos a sus muslos, no es posible evitar algún pisotón. Somos seres necesarios, porque somos seres necesitados. Eso es lo que sabe la literatura. De eso vive.

Juan Marsé definió su personalidad en la memorable dedicatoria de Un día volveré: “A Pep Marsé, mi padre, que me enseñó a combinar la concienciación con la escalivada”. Cada vida es un relato, no porque responda a designios altos y perfectos, sino porque las imaginaciones se van tejiendo en las manos de una experiencia cotidiana que nos enseña a mirar o a cerrar los ojos. El epílogo de Caligrafía de los sueños lleva una cita de Joseph Roth: “Todo lo que crecía requería mucho tiempo para crecer. Y todo lo que desaparecía necesitaba mucho tiempo para ser olvidado”. Aunque las cosas ocurran de forma vertiginosa, siempre somos una negociación con la lentitud. Si los sueños olvidan esa experiencia lenta, si no nacen de ella, se convierten en la locura de un hidalgo que quiere vivir en el siglo XVII con la moral de las novelas de caballería o en el amor obsesivo de una mujer abandonada que pierde la cabeza por una carta que nunca llega. Cervantes inventó la ficción moderna para no cometer los mismos errores que su personaje.

La experiencia personal e histórica admite pocos dogmas, se parece mucho más a una ficción tramada por el azar que a la madeja de una esencia. El nombre, la identidad y el paisaje de un niño pueden depender de un hecho casual, alguien levanta la mano y detiene un taxi que acierta a pasar por allí. También los cálculos sobre el futuro están sometidos a las peripecias de un mensajero en una mala noche y a los secretos de cada esperanza. La vida se teje como una ficción, y de ahí el poder de la escritura, que sabe cortar en una historia cerrada los hilos sueltos de la existencia. Comprender que todos somos el resultado de un malentendido otorga a Marsé una conciencia clara de la impostura y un emocionante dominio del humor y del amor para tratar a sus personajes. Cuando la ficción modela la realidad, cualquier dato biográfico pierde su carácter anecdótico para crear un sentido. Las novelas de Marsé nos dicen que la vida no es más que un enredo humilde y mortal, pero que los seres humanos merecen respeto precisamente por su fragilidad. Juan Marsé recurre también a una famosa metáfora de Walter Benjamín: “Así es como imaginamos al ángel de la historia. Vuelto hacia el pasado. Donde vemos una cadena de acontecimientos, él ve una única catástrofe que no hace más que amontonar escombros a sus pies. El ángel desearía quedarse, despertar a los muertos y recomponer lo que se ha venido abajo”. Narra las impurezas de la realidad para legitimar los sueños y despreciar los dogmas. Nos invita al sentido y a la desconfianza. Son las paradojas de un escéptico enamorado de la vida.

viernes, 11 de febrero de 2011

Todo lo que uno hace en la vida...

Desde Rosario (Argentina 2 - Portugal 1), Udi 414 nos envía este relato que, seguro, será o no será del agrado de nuestros lectores. Una cuestión de gustos, dirán los necios. Con ellos coincidomos. Los gustos son como los culos: cada cual tiene el suyo; ahora, vete a mirar culos, a ver si todos valen lo mismo. "Todo lo que uno hace en la vida", desde nuestro inmodesto parecer, juega boley playa femenino (Brasil 3- Argentina 0).

Envío que mucho agradecemos en 0ºC. NandoNan está encantado. La señora Hudson no tanto porque opina que se empieza invitando a autores de Rosario a tomar el té y se acaba poniendo en duda la infalibilidad del Monarca Cabeza de la Iglesia Anglicana.

Ya veremos. 







©Udi, rosario, jun-2001, jun-2002

A fines de los sesentas en el mundo pasaban muchas cosas que en aquel momento parecían importantes: Mayo francés, Invasión a Checoeslovaquia, Cordobazo, el hombre en la Luna.

Era la época en que los padres comenzaban a dialogar con sus hijos, por lo general para decirles que existían circunstancias en la vida de los adultos que los chicos no estábamos en condiciones de comprender, y que ya nos llegaría el momento, y que ojalá que para nosotros fuera más fácil que lo que fue para ellos. Esa fórmula gozaba de la incomparable ventaja de poder ser aplicada a cualquier cuestión, además de enviar el asunto hacia esa nebulosa zona del más allá temporal llamada “adultez”; qué - sospechábamos - acabaría por adulterar en nosotros todo resto de autenticidad, si bien los chicos también pueden ser flor de hipócritas.
Durante un tiempo recelamos de la buena voluntad de nuestros padres a decirnos alguna terrible verdad, hasta quizá barruntamos que ellos no tenían la respuesta, pero esta preocupación duró poco; enseguida nos dominó el terror - que aún subsiste - de no poder averiguar por nuestros propios medios las soluciones.

Lamentablemente, para cuando comenzamos a comprender que la reticencia paterna era una mezcla de mala voluntad, ignorancia, desidia y miedo, ya era demasiado tarde como para que nos importe. Muy posiblemente, de importarnos veríamos ampliamente crecidos los índices de parricidio, tal vez en proporciones semejantes a los del filicidio. Es que resulta muy difícil condenar a alguien por un delito que uno mismo está cometiendo todos los días.
Eran aquellos los días “...felices e indocumentados”. La indocumentación - sugiero - debe ser el estado ideal del individuo, cuando la vida aún no nos ha marcado, ni hemos dejado huella de nuestro paso por ella.

Añoro hermosas carencias: licencia de conductor, por ejemplo, no poseerlo me ahorraba ir cada tanto a renovarlo, y demostrarle a algún aburrido burócrata que uno es lo suficientemente estúpido como para desear meterse entre millares de idiotas que lo único que desean es llegar antes a alguna parte, para lo que compran automóviles cada vez más equipados y confortables, que les provocan el anhelo de volver a conducirlos, para ir a otra parte, que...Bueno, tampoco tenía un certificado analítico de estudios en regla, ni libreta universitaria, ni sanitaria, ni cuenta corriente con autorización de giro en descubierto. Para concluir: no tenía, en aquellos tiempos felices, que pasar por el bochorno de haber olvidado el documento de identidad en alguna dependencia oficial, simplemente carecíamos de él.

En esos años los ritmos eran distintos, una persona podía creer en algo y ser simultáneamente inteligente, categorías hoy en día incompatibles, si las hay.

En ciertos ámbitos, incluso, era muy mal visto no ejercer un desprecio militante hacia quién inocentemente supusiera que que el compromiso con la fé, con cualquier fé, podía postergarse en aras de alguna vocacional independencia de criterio. eran los tiempos de “arremangarse”. Como es de suponer tales métodos entrañaban ciertos riesgos, pero nadie podía impunemente renunciar a ellos, el grado de compromiso era el parámetro universal de evaluación: intelectual, moral, y también afectivo-sexual.
En aquellos años, en fin, la libertad era el bien supremo, pero su ejercicio debía ser acotado por la responsabilidad y la solidaridad, que otros se encargarían ya de señalarnos, de manera que pudiésemos ser responsables, solidarios, y libres...Nadie veía contradicción en esto.


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Montse de Paz

La Rioja.com

La escritora catalana Montse de Paz es la ganadora del premio Minotauro de ciencia ficción y literatura fantástica, dotado con 10.000 euros y que falló ayer su octava edición. Se lo adjudicó por unanimidad gracias a su novela 'Ciudad sin estrellas', un relato sobre la pérdida de la inocencia y la búsqueda de la libertad que, según el jurado que la premió, «conecta con la mejor tradición de la novela clásica de ciencia ficción». «Los sueños se hacen realidad, a pesar de que la vida es un trabajo duro cada día», dijo una risueña ganadora tras conocer el fallo.
Perseo Stone es el protagonista de la novela, que se ambienta en Ziénaga, un paraíso de cemento y neón, bajo un cielo invariablemente gris durante el día y anaranjado por la noche. En los foros de los cazadores de antigüedades se fantasea con otro mundo fuera de los muros de la ciudad. Un mundo muy diferente al de las versiones oficiales, según las cuales un desierto inhóspito rodea las escasas zonas habitables del planeta. Las autoridades estatales se apresuran a sofocar estos rumores y los llamados «misticoides» son considerados rebeldes y castigados por el sistema. Un atardecer, a la hora entreluz, mientras se dirige con sus amigos al burdel de lujo más afamado de la metrópoli, Perseo Stone tomará una decisión. Y les confesará un plan insólito que hará tambalear su mundo.
Montse de Paz Toldrá (Lérida, 1970) es licenciada en Filología Inglesa y trabaja y colabora con organizaciones humanitarias desde hace más de veinte años. Su temprana vocación literaria se ha nutrido con las experiencias adquiridas en su labor social y profesional. Redactora y directora de varias revistas, ha elaborado guiones para programas de radio sobre valores humanos, e imparte charlas sobre solidaridad y voluntariado. También es autora de artículos de opinión y forma parte de la redacción de la revista literaria virtual 'Prosofagia'.

jueves, 10 de febrero de 2011

Fisiognómica



Anoche, los espectros amables del imperio Baker anduvieron revueltos. Oí a NandoNan conversando con ellos, en la habitación contigua, a horas de entrevero entre la realidad y lo onírico. Esta mañana, mi amigo y compañero de estudios aleutianos (incluida la literatura en lengua chukchi), estaba como ojeroso, estragado por una resaca implacable tras haberse embriagado con la caudalosa oratoria de Holmes, quien se entusiasma hasta la arenga cuando habla de su tema favorito: la fisiognómica.

-No sabía que los hubiese de tantos pelajes -me ha confesado mientras la señora Hudson le servía una taza de té aromatizado con sándalo de Anatolia, el brebaje que más estima.

-¿Cómo que "tantos pelajes"? ¿De cuantos pelajes hablamos?

-Dice Holmes, tan seguro de sí como siempre, que hay al menos treinta clases de ávidos y, por lo menos, cinco categorías de siniestros.

Él


Después se ha explayado en la explicación:

-Los ávidos son aquellos que no saben hacer la O con un canuto, pero arremeten y meten codo hasta que alguien, cansado de su insistencia, les da la O y el canuto. Les gusta viajar a Cuba, en plan turismo cultural, que es como el turismo sexual pero sin distracciones ni bobadas, ni playa ni mojitos: sólo rezar y rezar hasta meter. Más luego suelen aparecer en la prensa oficial del régimen, mostrando su apoyo al sanguinario que proceda.

-No me cabe en la cabeza que aún haya gente así, capaz de justificar la mugre estalinista -lamento, todo colmadito de inocencia.

NandoNan me recrimina lo que para él, más que inocencia, es ignorancia culpable:

-¿Qué apoyo ni qué lata de pimientos? ¿No te he dicho que sólo van a meter?

-Ah, bueno. ¿Y meten?

-Los que todavía pueden. Otros se conforman con la viceversa, no sé si me entiendes.

-A la primera.

-Pues a Watson le costó media hora captar la perífrasis.

-Es que Watson siempre ha sido un hombre muy conservador. Hay algunas cosas que no le entran ni a la primera ni a la segunda.

-No sigas, pendejo -me advierte Nandonan -, que no está la mañana para chistes malos.

Continúa con su disertación:

-También los hay adscritos a la categoría de siniestros. Son menos pero más peligrosos. Esos sí saben hacer algo: contorsionarse, intrigar, retorcer y emporcar todo lo que tocan. Con perdón por lo grosero de la frase, son alquimistas en busca de la mierda filosofal. Todo lo que queda bajo su aliento, se convierte en detritos.

-No me digas.

-Pues no te digo.

Otro él


-¿Y para eso estuvisteis de cháchara hasta la madrugada?

-La verdad... Te digo la verdad porque a ti no puedo engañarte, pendejo. La verdad es que Holmes se había puesto bien puesto, con una de sus dosis al 5%, ya sabes, para combatir la melancolía. Después del tractatus fisiognómico nos estuvo contando sus amoríos con aquella bailarina afgana... Seguro que la recuerdas, la hija del sátrapa de Kushân.

-Uff, otra vez esa historia.

-Dejémoslo. Si vas a ponerle pegas a todo, es mejor que lo dejemos.

-Acaba el té, anda, que se enfría.

-Fríos se me quedaron los pies, anoche, cuando Watson preparaba la segunda dosis para nuestro amigo espectro amable.

Nunca coincidimos. NandoNan es un juerguista irredento (domiciliario, cierto, pero juerguista). Yo, por el contrario, a las diez, puntual como la marina austriaca, estoy en la cama. Otra cosa es que duerma. Anoche, sin ir más lejos, no pegué ojo. Me dan miedo las historias de monstruos y el susurro de los espectros cuando relatan la maldad de los monstruos.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Acusamos recibo



La señora Hudson acaba de subir a nuestras habitaciones el correo del día, con dos entregas para 0ºC. NandoNan se ha puesto hasta nervioso, imaginadlo... NandoNan, que hizo la mili en los Regulares de Melilla y que se ha divorciado dos veces, atacado por un envío postal.

-Es que las primeras veces tienen un no sé qué de misterioso e inefable. El no sé qué de...

-¿De las primeras veces? -completo la frase.

-Eso mismo.

Pues siempre hay una primera, una segunda e incluso una tercera vez para todo en la vida. Hay gente que no cae en la evidencia de que su equipo de fútbol es un petardo hasta que lo ven descendido a primera regional, tras el vigésimo quinto batacazo de la asociación deportiva que tantas tardes de bilis le obsequió. Pero al final se enteran. Tarde, pero se enteran.

Manuel G. no se ha enterado de que en 0ºC Agencia Literaria, los poetas son tan bienvenidos como una inspección de la otra Agencia, la Tributaria. Léete el encabezamiento del blog, amigo nuestro. Por cierto (y el consejo es una excepción que no rompe la regla), el verbo estar no se lleva bien con el concepto soledad, aunque opere en el poema como complemento circunstancial de modo. Lo de "estuve solo... etc", de verdad, queda horrendo. Aplícate. O mejor aún: abandona la poesía e intenta escribir Guerra y Paz. En ocasiones, muchas letras son mejor que ni una puñetera letra puesta donde debería estar (¿sola?).

Xicon. Tu seudónimo suena como a Bob Esponja, pero el libro de relatos que nos envías tiene buena pinta. He echado los dos ojos a Las campanas y, te anticipo, he decidido leer la colección completa, los dieciséis micros que acompañan al primer tañido.

Otra cosa es que seas consciente, más o menos, de cómo funciona el mercadillo del relato, los micros, la ficción súbita y los hiperbreves en España y sus colonias transatlánticas. El gremio se apiña en formaciones blindadas, se repliegan, se enfrascan en espesísimas teorizaciones sobre sí mismos (lo redondo que tienen el ombligo, lo gorda que está su novia, la levedad de lo real innombrado); se publican unos a otros, se reparten los cuatro premios y los cuatro duros que hay en el arcón, se hacen entrevistas unos a otros en sus páginas de Internet, al puro estilo 69... sí, hijo: ese 69 en el que estás pensando. Y para de contar. Los incondicionales del relato, en especial del relato breve, han mimetizado con mucha diligencia y muy poco sentido común lo peor de la fauna poética y lo mejor de las tiendas de los chinos: mucha mercancía y todo barato.

Lo que me recuerda una anécdota relativa al comerciante cantonés afincado en la esquina de la calle donde habitamos NandoNan, un servidor, la señora Hudson y los espectros sin malicia del Imperio Baker. Hace semanas entré en el establecimiento y pregunté si tenían bombillas buenas y baratas. Respuesta:

-No. Buena y barata, no. Buena y cara. Barata y mala.

¿Lo captas, apreciado Xicon? (No recuerdo si ya te he dicho que tu seudónimo es como de discípulo de Arquímedes). Pues eso: espero ilusionado que tus relatos sean dignos de la mejor tienda cantonesa de la ciudad: buenos y caros.

Ya te escribo un mail y te cuento.

Saludos.

Primera vez en la vida que escaneo una bolsa de plástico. La tienda del chino lo merece, sin embargo.

martes, 8 de febrero de 2011

La senda del perdedor



Total, a lo que iba. Cómo gané mi primer premio literario.

NandoNan, crisol de virtudes y un poco mastuerzo, dice que los escritores somos la hostia, que si no conseguimos alguna vez en la vida que nos coloquen laureles en la coronilla, no morimos felices. Yo le insisto en que feliz, lo que se dice feliz, no muere nadie; ni que lleve laureles ni que lleve cuernos. Pero él, ni caso. Nandodemisangustias, ya lo sabéis, es más de cine. En las películas, la muerte siempre tiene algo de sublime aunque el fiambre sea el malo. Hay que saber filmar una buena muerte, y eso da categoría. En las novelas es otra cosa. Llega el protagonista, pregunta a la chica qué fue de su padre, el viejo y entrañable profesor de ciencias naturales del instituto, y ella responde:

-Falleció hace dos años, de fiebres camboyanas.

-Oh... no lo sabía. Lo siento.

Y asunto finito. En una novela, te cargas a un tío en dos líneas. En una película necesitas un guionista que redacte siete secuencias, un actor, un decorado, unos efectos especiales, una iluminación, una dirección artística, un maquillaje, una música... vale, vale, para de una vez, tío coñazo. Ya sabemos que para montar la batalla de Waterloo, en una novela, bastan un boli y cuatro folios; en el cine, como no tengas un boli, cuatro folios y doce o veintiséis millones de euros, los llevas crudo.

O sea, que vale.

Mira tú, he empezado a hablar de cómo gané mi primer premio literario (bueno, aún no he empezado), y se me lió la neuronal con asuntos de la muerte. Curiosa coincidencia, Holmes. Lo más seguro es que, en lo más recóndito de mi ser, tenga asociados los premios literarios con la muerte del novelista.

Yo palmé de la siguiente manera.

Era un premio más blando que el agua (que el agua blanda), y era más fresco que el río, oh... naranjo en flor. Daban un pastón impresionante al ganador. Y se dio  aquel año la circunstancia, feliz para mí, infausta para los demás finalistas, de que el preboste mandamás de la entidad convocante estaba cansado de novelas "sin compromiso". Eso decía el menda: sin compromiso. Anotad, que es interesante: cuando uno afloja la lana en una sarao de estos, espera que las obras galardonadas respondan a sus filias ideológicas (con perdón) y sus expectativas políticas. En mi caso, debían expresar compromiso. Con las ballenas perseguidas en los océanos, con los rehenes de las FARC, con las vendedoras de churros de Soria o con los monaguillos sexualmente acosados en el Vaticano... con lo que fuera. Compromiso.

Resultó asimismo que mi novela, según criterio de algunos lectores en la fase de preselección, era... escucha esto, que te mondas, NandoNan, y oído al parche, Holmes y Watson... era la más comprometida de todas. Toma ya. La que más, palabra. Y así se lo contaron al preboste mandamás que pagaba el dispendio. El preboste, como es natural, no había leído mi novela ni ninguna novela en su puta vida, pero se lo contaron, que es mejor, como más efectivo. Le dijeron: la novela de don 0ºC es la más comprometida de todas las que se han presentado a nuestro prestigioso galardón. Y ya todo fue un camino de rosas.

Consecuencia: un panfleto infumable, escrito a una edad temeraria, con un estilo simiescamente remedador de los grandes de la novela negra americana, pero eso sí, en plan cutre hispánico... en fin, para qué vamos a darle más vueltas: un bodrio de manuscrito. Ganó. Gané. Perdí.

El jurado, por mayoría de 5-1, había elegido otra novela que no era un panfleto ni imitaba a los cracks de la serie negra made in Usa ni era un bodrio. Pero el 1 minoritario, enfrentado a los otros 5, fue corre que es tarde en busca de la ayuda definitiva. Se coló en el despacho del preboste mandamás y le chivó que los otros, díscolos, pensaban proclamar ganadora una novela que no sólo era mucho menos comprometida que la mía sino que, para mayor preocupación, sospechaba que no era comprometida en absoluto. El preboste mandamás irrumpió en el despacho donde deliberaba el jurado, puso los güevos encima de la mesa y les recordó dos cosas importantísimas: quién pagaba el hotel, el champagne y las fulanas, y quién era allí el único gallo que cantaba.

Compré piso. Con la pasta del premio. Un piso modesto, no creáis.



Meses después, vi la novela finalista (la que era poco comprometida o nada comprometida), en el escaparate de una librería. La compré y la leí con ganas. Al principio también con displicencia ("finalista... bah"). Después con pavor. Aquello era una novela. Lo mío, un montón de folios comprometidos con un montón de cosas, con muchísimas cosas menos con una que, hasta ese entonces, me había mantenido aproximadamente vinculado a la decencia: la literatura.

Desde entonces (y han pasado unos añitos), vivo de alquiler en este mundo de grandes compromisos. Con piso propio, cierto. Pero de alquiler en cuanto salgo a la calle, intento alzar la vista y distingo los horizontes medio cadáveres de todos mis compromisos.

¿No se os da pena de mí?

A NandoNan, ninguna.

Nandito es un mamón implacable. Un malo de cine.

El ángel perdido


Ha recorrido medio mundo en busca de pistas. Desde Santiago de Compostela al monte Ararat. Javier Sierra se adentra en los orígenes y el destino de la humanidad en El ángel perdido , que la editorial Planeta presenta como la novela «más ambiciosa» del escritor turolense. Sierra inicia en León el próximo lunes la promoción del libro -”a las 20.00 horas en El Corte Inglés-”, en una gira que marcará un récord Guiness: 10.000 kilómetros y cerca de 40 ciudades en tres meses. Todo comenzó en Compostela, en una noche de Todos los Santos, mientras Julia Álvarez trabajaba en la restauración del Pórtico de la Gloria. Un extraño irrumpió en la catedral y comenzó a hablarle en una lengua desconocida. La novela engancha desde la primera página. Durante la ilegible conversación de Julia con el inquietante personaje se produce un tiroteo. El intruso huye y el perseguidor se presenta a la restauradora como Nicholas Allen, de la Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos. Está en España para aclarar el secuestro de su marido, Martin Faber, un célebre climatólogo desaparecido en la frontera entre Turquía e Irán. A partir de entonces, Julia se verá envuelta en una trepidante carrera por encontrar dos poderosas piedras, unos minerales únicos, que son imprescindibles para rescatar a su marido. Las piedras son un regalo de boda que Martin y Julia recibieron hace cinco años y que codician desde el presidente de Estados Unidos a una secta milenaria de Armenia. Según dicen, estas -˜piedras susurrantes-™ permiten contactar con los ángeles.

Viaje al monte Ararat. Sierra, el único español que ha entrado en las listas de superventas de Estados Unidos, rompe una prolongada -˜sequía-™ de siete años, tras el éxito de La cena secreta , con una novela en la que traspasa todos los límites del thriller. El escritor y periodista ha visitado todos y cada uno de los escenarios en los que discurre la acción del libro, respaldado por una minuciosa documentación que, lejos de abrumar al lector, arroja claridad sobre las fuentes primigenias que sustentan los pilares de la nuestra civilización. El argumento de la novela llevó al autor a escalar el Monte Ararat en compañía del veterano alpinista César Pérez de Tudela, de 70 años, en busca del rastro del arca de Noé. ¿Por qué tanto esfuerzo para una trama que se desarrolla en tan sólo 72 horas?. Quizá porque Sierra se enfrenta a millones de lectores en todo el mundo, ávidos ahora de un nuevo best-seller, pero también porque el autor intenta hallar explicaciones a incógnitas que le fascinan. En cada novela Sierra emprende una búsqueda en pos de respuestas sobre grandes cuestiones, como la inevitalbe: ¿de dónde venimos? A Javier Sierra le fascinan los enigmas desde su época de director de la revista Más allá de la ciencia. En El ángel perdido el escritor turolense no ha dejado ningún cabo suelto. Aparte de haber estado en todos los lugares que cita en el libro y de leer cientos de documentos, también ha entrevistado a decenas de expertos en una amplia variedad de temas. Un auténtico trabajo periodístico. Considerado el Tom Clancy español, Sierra logra que profecías, secretos y hasta un submarino nuclear encajen en el mismo libro. Como dato curioso: duran te el tiempo que tardó en escribir la novela, Sierra estableció su -˜ cuartel general-™ en Málaga, en una calle llamada Arcángeles..

lunes, 7 de febrero de 2011

Premios literarios... no me digas


Si alguna vez las editoriales, las administraciones públicas, cajas de ahorros y demás panales de rica miel tuvieran que responder ante una demanda colectiva por estafa, se verían en un apuro. Si cada iluso que ha enviado un manuscrito a un certamen literario patrocinado por esta peña (con su seudónimo y su plica, sus dos copias mecanografiadas por una sola cara, debidamente encuadernadas, etcétera ya hombre...), les reclamase el gasto en fotocopias y tarifas postales; habida cuenta de que dichos certámenes eran y son tan fraudulentos como un billete de quince euros, la indemnización sería de piedras tomar. Las entidades públicas, ayuntamientos, diputaciones, centros culturales, fundaciones y demás yemas del mecenazgo oficial entendido como "mis amigos son mis amigos y los demás unos pringados", tendrían además que responder por numerosos delitos de malversación de caudales públicos. En algunos señalados casos, por prevaricación.

Únase además la utilización del servicio postal para conseguir los fines maquinados, circunstancia que en algunos países es un agravante muy pero que muy agravante. En los Estados Unidos, extiendes un cheque sin fondos y te caen dos meses. Envías el mismo cheque por correo y el fiscal te pide siete años.

Ah... la dimensión penal de los premios literarios, un tema que a NandoNan y a mí nos apasiona. "Las editoriales pueden hacer lo que quieran con su dinero", dicen algunos bienintencionados. "Todos sabemos que premios como el Planeta, el Nadal, el Alfaguara, el Primavera y otros semejantes son operaciones comerciales cuyo ganador está apalabrado y pactado de antemano, y el que se presenta es porque quiere, sabiendo lo que hay".

Eso dicen.

Lo que nadie dice (porque sería el no va más de la cara dura), es que estos premios (no le pongo comillas a la palabra premios porque me jode subrayar lo evidente, así que os arregláis con una humilde cursiva), no están concebidos para engañar a los autores, sino a los lectores. Al gran público. O sea, a la gente que no tiene ni puta idea de libros ni de literatura. Los que consideran que la mejor novela del año, en idioma español, es el Planeta; y que las mil mejores poesías en lengua castellana se encuentran compendiadas, con preciso criterio, en el referido tocho de idéntico nombre.

A esa gente es a la que se toma el pelo. Se la engaña con alevosía. Se la estafa. Les presentan una patata de novela para que la regalen a los amigos en navidad y les argumentan: "Debe ser buenísima, porque al autor le han dado nosécuantos millones de premio". Y para colmo de recochineo en el timo de la novelita, siempre, dos o tres días antes de que se haga público el ganador de uno de estos pufos, comparece el portavoz del jurado, generalmente un carcamal con pintas académicas, agusanado por la indignidad y comprado por tres duros y un par de cenas, el cual, muy serio, sin que se le note para nada el paripé que está haciendo ni le asome la risa floja, legitima el gatazo con un discurso que debe de ir heredándose de abuelos a bisabuelos desde hace un siglo: "La participación ha sido muy elevada... hemos recibido manuscritos de cuarenta y dos países... el nivel literario de las novelas finalistas es excelente..." y unos cuantos blablablás más sabidos que el chumino de Lucía Lapiedra.

Y sigue la fiesta sin que nadie diga pío. El delito de lesa cultura, que en cualquier país normal del mundo civilizado sería delito de lesa patria.

Pero tranquilos que esto es España. Aquí nadie va a protestar en serio por esta merendola y, por supuesto, no hay un despacho de abogados como esos de las pelis americanas y las novelas de John Grishan, dispuesto a meter un pleito histórico y pedir responsabilidades a los estraperlistas intocables del mercado de abastos.

Los autores los odian, pero les besan el culo porque cualquier día puede que les caiga el chollo (con eso sueñan, angelitos).

Las agencias literarias los odian pero les besan el culo porque cualquier día puede que les caiga el chollo (con eso hacen cuentas las agentas, y las agentas no saben la o por lo redondo si hablamos de literatura, pero de cuentas saben mucho).

Los editores pequeños los odian pero les besan el culo porque cualquier día les compran su chiringuito, los incorporan a su grupo y les resuelven la vida (eso les gustaría, aspirantes a la mangancia en plan fino - fino de lo más fino).

Los libreros los odian porque les inundan la tienda de basura editorial, las aborrecidas "novedades"; pero les besan el culo porque sin esa basura no comerían, o tendrían que quitarse de la costumbre de ir de putas, afición muy extendida en el gremio, por cierto.

Todos los odiamos, pero todos les besamos el culo.

Lo dicho, hace falta un Boby Earl dispuesto a meterles un pleito de mil pares de cojones, promovido por los desconsolados padres de un escritor joven que agarró una terrible depresión y acabó suicidándose después de quedar finalista en uno de esos tinglados; el pobre acudió invitado a la cena de gala en la que se entregaba el premio, lleno de ilusión, convencido de la objetividad y honestidad del jurado... y se quedó con cara de gilipollas cuando vio que el dorado lauro se lo regalaban, por la cara, a un famoso putón, profesora de Operación Triunfo a más señas. No penséis mal: no era la profesora de francés. Porque si llega a saber francés de verdad, seguro que el premio se lo habrían dado en La Martinica.

Lo dicho porque ya lo había dicho antes: esto es España, amigos. Abogados y gente con gana de bulla, hay. Lo que no hay son cojones para liarla.

¿Qué os creíais?

En el siguiente post, ya palabra que sí, os cuento cómo me hice con un par de esos premios; o sea: cómo me convertí en cómplice. Por lo claro, en uno más entre tantos delincuentes.


sábado, 5 de febrero de 2011

Agencia Literaria 0ºC - Quienes y por qué



NandoNan y un servidor somos los autores de esta página.

Anda... ya malicias desde tu proverbial perspicacia: "estos no dicen quiénes son, algo ocultan". Muy listo (muy lista, niña). Pues claro que algo ocultamos: nuestros nombres y nuestra identidad.

"Sus motivos tendrán", rumias ahora en tu privilegiado cráneo. Efectivamente, querido Holmes; tenemos nuestros motivos. El principal de ellos: vivimos de esto. No de este blog, claro, a ver si nos entendemos. Vivimos de lo que buenamente -más bien malamente -, ganamos con el oficio de escribir. Nandito es periodista y guionista y un servidor novelista. Alguna cosilla tenemos publicada, ¿no, Nandín? Alguna película lleva su nombre en los créditos y alguna novela mía -la modestia para quien la necesite -, se ha vendido en librerías con la faja de "Premio.... .....". Rellenad los suspensivos con el galardón literario más roñoso que se os ocurra y poned el año que os apetezca. Erraréis por poco.

Total, que estábamos en que vivimos de este oficio de limón a bocados crudos y que, lógicamente, no nos apetece lo más mínimo que las editoriales, las agencias literarias (he estado a punto de escribir "las agentas", mira tú), los prebostes de los suplementos culturales, los críticos (esa profesión aún existe, lo juramos), y algún que otro sheriff de la Iglesia Universal de la Sumisión Internáutica (Fernando Valls o Anika EntreLibros mismo), nos cojan más asco del que ya nos guardan y nos pongan más cruces de las que tenemos merecidas. En ese apartado, Nandito me gana por 147 a 96, de palizón.

Hace unos meses conversábamos ambos sobre todo este mamoneo (con perdón por lo rústico y coloquial de la expresión), y ambos coincidimos en idénticas consideraciones. ¿Por qué nadie dice la verdad, nunca, a la gente que acude a la creación literaria con toda la ilusión y las ganas del mundo, aunque sus credenciales y bagaje, de momento, sean solamente esas: ilusión y ganas?

-Muy fácil, mendrugo -me decía NandoNan -. Porque si toda esa gente supiera desde el principio lo que se cuece en estas cocinas, y cómo se cuece y quién cocina, se acabaría la cantera; y los que manejan la sartén ... -seguimos con los símiles culinarios, tan sencillitos ellos, tan a mano siempre -, necesitan que unos cuantos miles de ilusos se rompan la cabeza durante años y años contra el mismo pilón para, de vez en cuando, "rescatar" a dos o tres y convertirlos en novedosos, atónitos triunfadores en un mundo donde todo lo importante para ellos sucedía, justo, cuando ellos no estaban.

-¿Y los demás, los muchísimos que perecen el camino, ateridos por el desaliento? -pregunté a Nandodemialma, sinceramente preocupado por la magnitud de la catástrofe. (Lo de "sinceramente" es un decir por decir, uno tiene conciencia pero no es Teresa de Quel Cul Tu Ha).

-A los demás, que les den -respondió NandoNan, también afectadísimo.

-Pues algo se podría hacer al respecto -propuse sin ningún entusiasmo -. Por ejemplo: abrir un blog y empezar a nombrar con todas las letras y todos los números del DNI/NIF lo que nadie les dice y, seguramente, ni ellos mismos quieren oír.

Nandodemisentretelas quedó un rato pensativo. Pasado el lapso, porque Nandito suele tener varios lapsos al día (casi tantos como lapsus las novelas de Saramago), me interrogó:

-¿Y qué ganamos nosotros con eso?

-Eso, amado mío, te lo cuento en voz baja. Muy, muy bajita.

(No creáis que pensamos hacer esto por amor al arte: somos zorras viejas y sabemos buscar el click aunque la habitación parezca a oscuras, faltaría más; pero bueno, este detalle no es asunto vuestro).

Y eso es lo que hay, queridos aspirantes a la gloria literaria, al estilo de vida Zafón (dentro de un orden alimentario) y al exceso orgiástico de Grandes risotadas en la noche madrileña. ¿Es eso lo que queréis? Pues os vamos a decir la purísima y requeteputa verdad: si vais o no por buen camino.

A lo mejor, incluso, entre vosotros hay alguno, o alguna, o algun@s, o varios y vari@s, que están interesados en la literatura y la narrativa de verdad, no en vivir de los bolos y los derechos de autor aunque publiquen novelas de corcho y escriban con el culo (así como tener cuatro o cinco asuntos sentimentales al año, todos ellos derivados de su irresistible glamour artístico, de pasar mucha pena en la lluviosa tarde de la despedida pero de haber echado extraordinarios polvos en hoteles cojonudos). Anda, que se os ve el plumerín, piratas...

Vale, es difícil hacerse a la idea de que a alguien le interese en serio la literatura, pero cabe dentro de lo razonable. Si es así, igualmente pensamos escuchar al enajenado.

Para eso ha nacido, y para nada más, la universalmente desconocida Agencia Literaria 0ºC.

Ya os contaremos batallitas. En concreto os adelanto la próxima: cómo me las arreglé para ganar mi primer premio literario. Una carambola que... pero ya lo detallo mejor en otro post.

Ciaito, prendas.

viernes, 4 de febrero de 2011

El mercader de Venecia

ZARAGOZA, 4 Feb. (EUROPA PRESS) -

El Teatro Principal de la capital aragonesa acogerá 'El mercader de Venecia' de William Shakespeare, una "joya dramática de la literatura mundial", según el actor Fernando Conde, en una versión adaptada por Rafael Pérez Sierra, que se representará en una única función este sábado a las 21.00 horas.

En la presentación, los actores Fernando Conde y José Hervás han coincidido en destacar la "tremenda modernidad" de esta obra, un clásico que "trata temas eternos como el amor, el desamor, el odio, la ira o la venganza, que están en la génesis del ser humano".

La historia se ambienta en la Venecia de 1470 y mezcla "conflictos e historias paralelas" con el tema central del "enfrentamiento con el poder establecido", que en aquella época ostentaban los cristianos y que tenía su máxima expresión en la figura del Dux, que "representaba el poder político y judicial de la época", ha explicado Fernando Conde, que interpreta al judío Shylock.

"A pesar de que durante mucho tiempo se ha calificado a esta obra como antisemita", ha señalado el actor, "esto es un error" y supone una "lectura superficial del texto", porque "siempre se ha presentado a este personaje como un tirano, usurero, vengativo e irascible", cuando en realidad es "un hombre inteligente y culto que defiende lo suyo" desde una posición inferior "enfrentándose al poder establecido".

Shylock es uno de los "grandes personajes" que "cualquier actor que se precie querría interpretar", porque "está lleno de riqueza interpretativa" y porque "debajo de su aparente tiranía y su brutalidad, esconde una profunda humanidad".

El famoso monólogo del judío en el juicio en el que se defiende de las injurias de los cristianos afirmando "acaso si nos pincháis no sangramos o si nos ultrajáis no nos vengaremos", supone un "alegato antirracista" y consigue que el espectador comprenda porqué Shylock se "revuelve como un gato frente a las injusticias" y se identifique con él. Este juicio, ha apuntado el actor, "todavía se estudia en la asignatura de Derecho Administrativo".

DOS AÑOS Y MEDIO DE GIRA

'El mercader de Venecia' lleva dos años y medio de gira y es la segunda producción de 'Darek Teatro', la compañía que dirige Fernando Conde, y que toma su nombre del topónimo musulmán que, según la leyenda, tenía la localidad en la que creció el actor, Daroca (Zaragoza).

La obra se estrenó en mayo de 2008 en el Teatro Campoamor de Oviedo y ha recorrido los principales festivales de teatro clásico de España, como Almagro, Sagunto o Cáceres. Unos 100.000 espectadores de todo el país han podido ver representada esta función, que tras su paso por Zaragoza finalizará su recorrido el 18 y 19 de marzo en el Teatro Victoria Eugenia de San Sebastián.

Del reparto inicial de doce actores que comenzó la gira, "sólo quedan cinco o seis", ha indicado Conde "porque en la actualidad es muy difícil mantener unida una compañía", de modo que "hemos ido incorporando actores" y "abriendo las puertas a gente más joven", con la única exigencia de que les una "su pasión por el teatro, ya que sin esa pasión no se puede salir al escenario".

miércoles, 2 de febrero de 2011

Eduardo Mendoza

ADN - 2/2/2011

El barcelonés Eduardo Mendoza, ganador del último Premio Planeta de Novela con "Riña de gatos. Madrid, 1936", ha asegurado hoy que siempre ha vivido "convencido", como el resto de los escritores, de que "algún día, alguien va a descubrir la impostura" y se dará cuenta de que él es "muy malo".

"Pasa un día más y nadie lo ha dicho. Cada día abres el periódico y el titular será 'Desenmascarado'", ha afirmado en rueda de prensa Mendoza, que participa esta tarde en Málaga en el ciclo "Letras capitales" del Centro Andaluz de las Letras.

Después del Planeta, todavía no sabe cuál será su próxima novela, ya que se considera "muy lento" y, pese a que al leer la lista de sus obras puede parecer que ha tenido "una vida muy esforzada", si se divide por el número de años que lleva publicando, cualquierA se da cuenta, dice, de que es "un vago tremendo".

Con este premio, como con todos los importantes, "hay un antes y un después", según Mendoza, que cree que incluso a él, después de "tantos años escribiendo", le ha "cambiado un poco casi la escala".

"Lo noto incluso en mi propio barrio, donde todo el mundo me ve cada día, y parece que soy una figura digna de estatua. Los premios abren puertas y plantean un desafío, y ahora qué. A mi edad y a estas alturas, que me pregunten qué voy a hacer está muy bien, indica que hay interés o curiosidad, y da un subidón".

El "cambio tecnológico" que se avecina en la literatura le preocupa "relativamente", en el sentido de que los nuevos soportes "cambien, por ejemplo, la medida de los ingresos de los escritores, como ha sucedido con los cantantes y los discos o con el cine".

Por el contrario, no le preocupa el "hecho literario", que "cambiará como ha cambiado tantas veces y se adaptará a las nuevas formas", ha apuntado Mendoza, que no prevé "una idiotización general de la Humanidad ni un analfabetismo global".

Respecto a la posibilidad de llevar sus novelas al cine, el escritor, que cree que la versión cinematográfica de "La ciudad de los prodigios", de Mario Camus, "objetivamente no salió bien", ha subrayado que, "para que salga una chapuza", prefiere "que no salga nada", porque se lleva "unos disgustos muy grandes".

A su juicio, sus novelas son "muy engañosas", porque están "llenas de peripecias, aventuras, coches y pistolas, y parece que será muy fácil llevarlas al cine, pero luego resulta que son mucho más literarias de lo que parecen", y además "son tremendamente caras".

"Lo peor -dice- es que siempre las veo solo en una sesión de preestreno, y preferiría verlas en una sesión de tarde con mucha gente. Cuando se encienden las luces, ¿qué cara pongo?, con lágrimas, y todo el rímel corrido de ver esa película espantosa".